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Sobre defectos y placeres

Odiseo perdió muchos hombres por el camino de regreso a casa. Aquiles, un hombre invencible…. pero un hombre -al fin y al cabo- fue abatido por una flecha en su talón. Héctor, el mejor soldado de Troya, perdió el pecho de un estacazo. En parte es lo que tiene ser humano, perder. El humano goza de la innata capacidad de no ser perfecto. El hombre, desde sus albores, se abandera y se enorgullece de su latente sufrimiento, de la frustración de poder imaginar ilusiones que nunca podrá materializar. Por ello, acaba con una flecha en el talón o con un viaje donde cada oleaje deja cadáveres apilados.


Y es que las historias griegas no hablan de dioses perfectos, hablan de infidelidades, de celos, de furia incontenible, de sexo, de metales preciosos que envilecen, porque los dioses envidian a los hombres. Por cada defecto de la humanidad, el humano inventa un placer. Mientras el mundo gira en torno a desgracias económicas hay un pasto donde parece pararse el tiempo en lo que la grada grita un gol a pleno pulmón. La semana pasado sufrimos nuestros defectos, las siguientes jornadas viviremos nuestros placeres.


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